miércoles, 27 de febrero de 2013

Recuerdos envasados al vacío




Pongame cuarto y mitad de esos recuerdos que un día fueron míos,
los guardaré en el último estante para que se mueran de frío,
pongamelos, para que no se pierdan, envasados al vacío.

Algún día los tendré en mis manos, y querré sentirlos vivos,
aunque sean  solo recuerdos disecados, sabré que han sido vividos,
quizá entonces no tirite cuando los observe desde mis ojos vacíos.

La nostalgia calienta, pero no abriga,
los recuerdos, si se manchan o se traicionan, duelen como un puñal a cada esquina,
y entonces los escondes, los guardas, y sin éxito los intentas reducir a la nada.

¿En qué se diferencian entonces los disecados de los heridos?
Al final todo se queda en un sentimiento dormido,
escondido, perdido, desacostumbrado dentro de un laberinto.

Al final en ambos casos, te sientes algo perdido,
porque la nostalgia no calienta, y sin embargo te destempla con su sensación de no olvido,
porque las heridas son heridas, son recuerdos envasados o no al vacío.

Y cuando dobles esa esquina, en fantasmas se habrán convertido,
porque lo envasado muere, porque las heridas curan,
es como amputarte un miembro antes de que el accidente ocurra.

Pongame unos recuerdos de esos, envasados al vacío,
que aunque yertos y sin vida, me recuerdan lo que pudo haber sido.

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