lunes, 2 de junio de 2014

La ladrona de instantes.



El humo de aquel cigarrillo que jamás se consumía reveló su posición. Tras una intensa calada el denso humo bailoteo por entre las gotas de intensa lluvia que se arremolinaban a su alrededor, sin embargo, esa lluvia era parte de aquel teatro que la ladrona de instantes había construido para si.
    Ella había conocido a multitud de personas y las había llevado al lugar donde los recuerdos se hacían mágicos. Había escuchado a la más honda de las tristezas y había escuchado la risa pura que proviene tan solo de los momentos más felices. Conocía la ansiedad y la depresión, la negación, la ira, el amor. Había vivido tantos momentos y solucionado tantos otros con su presencia que lo más seguro es que ella habitase en la memoria de multitud de personas.
Había probado el sabor de lo absurdo, y el dolor de una despedida, y tras muchos instantes la irremediable distancia que construía.
            Quizá penséis que la que huía era la ladrona, que tras probar el sabor de tantos momentos temía que la rompiesen y por eso se marchaba, que en realidad tenía la capacidad de ver a los corazones tan solo mirando a los ojos y que en el fondo solo sentía miedo.
          La verdad es que la ladrona tenía una gran intuición y pocos eran sus elegidos ya solo fuera para un instante, cinco minutos, unas horas, un mes o incluso años. Cuando la ladrona se sentía atraída por un alma era por algo y se dejaba llevar para ver que ocurría, le encantaba verse en los ojos ajenos y sentir la magia de unos instantes que sabía que al final serían únicos y se quedarían grabados en su memoria, esos momentos incompartibles que calientan el corazón e iluminan la mirada.  El problema era  ,para la ladrona, que le resultaba muy difícil confiar en los demás, y cuando eso ocurría porque le salía instintivamente intentaba crear un lazo que fuera para siempre, pero claro, un para siempre es mucho tiempo, y al final por unas cosas u otras, sin pensar en los culpables, la ladrona terminaba desapareciendo.

Y es que la ladrona de instantes, quizá no fuera una ladrona, quizá era más bien una loca con deseos de eternidad.

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