martes, 28 de agosto de 2012

Como el latir de un corazón que le queda unos pocos segundos pararse,
como el ultimo aliento, como una noche sin luna, sin esperanza.

Esperaré a que termines de leer el libro, quizá en algún momento te apetezca leer el prólogo. Ese prólogo en el cual se explica la historia, en que se inspiró, en que instante los personajes se llenaron de vida o la explicación en la que podrás entender la metáfora oculta en cada uno de ellos, pero....

Probablemente dejes el libro en la estantería y lo mirarás de refilon de cuando en cuando, y si en algún momento te sentiste enganchado a la historia la releas, la rememores y sueñes entre los abismos del papel y de las letras de tinta impresas, pero, como siempre, olvidarás de leer el prólogo. Para ti si lees la historia y la comprendes no tiene ningún sentido que te molestes en leerlo.

Como prólogo en un libro,
como un compás sin melodía,
como un amanecer con nubes,
como el final del séptimo día.

El prólogo sin destino, 
el prólogo sin voz.

El que da todo por hecho y no ve en él ninguna segunda acción.


Páginas arrancadas de vida.
Sentimiento que prevalece,
dormido en el instante en el que Dios se olvidó de escribirte.



Ayre
" Pronto comenzará la verdadera historia".

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